La respiración
¿Verdadero o falso? Los pelillos en la tráquea atrapan el polvo y las partículas para que al inhalar no lleguen a los pulmones.
Todos los humanos tenemos que respirar. Nuestro cuerpo, y todos sus órganos internos están compuestos principalmente por células. Y las células necesitan oxígeno para funcionar. Si se quedan sin oxígeno durante mucho tiempo, se rompen. Por esa razón, los humanos y los animales tienen que respirar.
Inspiras unos cuatro millones de litros de aire al año. El aire que entra por la nariz y la boca... ...pasa por la cavidad nasal... ...y sigue pasando a través de la faringe... ...a través de la tráquea... ...que se divide en dos conductos, los bronquios... ...que a su vez se dividen en conductos más pequeños, los bronquiolos, en el interior de los pulmones. Puedes imaginarte los pulmones como dos bolsas vacías que se llenan de aire cuando inspiras. Pero los pulmones no están huecos como las bolsas. Por dentro son más bien como esponjas o como pan de masa madre.
Están llenos de sacos diminutos. A estos se les llama alveolos. Los alveolos están agrupados como pequeños racimos de uvas al final de los bronquiolos más delgados. Los alveolos son muy pequeños -sólo tienen medio milímetro de diámetro- y están cubiertos por diminutos capilares. Es aquí, donde los alveolos tocan los vasos sanguíneos, donde el cuerpo recoge el oxígeno y suelta el dióxido de carbono.
Aquí es donde tiene lugar el intercambio de gases. El oxígeno en el aire que has inspirado, atraviesa las paredes de los alveolos para entrar en la sangre, que lo lleva a todas las células del cuerpo. Al mismo tiempo, la sangre suelta el dióxido de carbono, que entra a cada uno de los alveolos, y se expulsa al expirar. Los alveolos dentro de tus pulmones son muy pequeños, pero hay muchísimos, ¡varios cientos de millones! Y existe una buena razón para que haya tantos.
A través de las paredes alveolares la sangre recoge el oxígeno... ...y la superficie combinada de las paredes de todos los cientos de millones de alveolos, es enorme. Si todos los alveolos se aplanaran, ocuparían casi tanto espacio como una pista de tenis. Lo que sería bastante más superficie que la de dos bolsas de aire. Y con una superficie mayor, podemos absorber más oxígeno. Por eso tenemos tantos alveolos en los pulmones.
Pero para poder respirar necesitas algo más que pulmones. También necesitas ayuda de los músculos. El músculo respiratorio más importante se encuentra en el abdomen: el diafragma. El diafragma está situado debajo del tórax, que recubre los pulmones. Cuando inhalas, tensas el diafragma, éste se contrae y baja.
El espacio en el tórax se hace más grande, y los pulmones tienen más espacio. Se hacen más grandes y el aire es aspirado: una inspiración. Cuando expulsas el aire, el diafragma vuelve a relajarse. El espacio en el tórax se encoge y empuja el aire hacia fuera. Tus pulmones son sensibles.
Al inspirar, el aire pasa por la cavidad nasal, la cavidad oral y los senos. Aquí, el aire se calienta y se humedece, porque a los pulmones hay que protegerlos del aire demasiado frío o seco. El interior de tu nariz está recubierto de mocos y pelillos, que conjuntamente funcionan como un filtro, atrapando el polvo y la suciedad. Pero puede que algo de polvo se cuele por los pelillos de la nariz y continúe bajando. La tráquea está cubierta por pelillos, los cilios.
Los cilios atrapan el polvo y las partículas. Y al moverse en forma de ola hacia arriba, los cilios llevan el polvo- junto con el moco- hacia arriba, y lo sacan de la tráquea. Luego baja por el esófago, y lo tragamos.